INAUGURACIÓN

Ares aquí y ahora…

Ares suele levantarse antes de que salga el sol y la luz comience a develar los detalles de su Habana. Desde la cúspide de la calle Gervasio, como dijera un amigo, trabaja. Cuando sale a recorrer la ciudad hace coincidir el placer que le produce caminar; con la experiencia del voyeur que se apropia de los fragmentos de realidad que aparecen a su paso, una realidad siempre cambiante: casi nunca el recorrido es el mismo, casi nunca la gente es la misma –aunque lo sean-. Su trabajo más reciente es en gran medida el resultado de esos amaneceres, de esas caminatas que las más de las veces, sin plantearse previamente una búsqueda, lo conducen a estos hallazgos.

En blanco y negro

Cientos de documentos plegados a un lado: blanco; decenas de lápices, bolígrafos, plumillas, pinceles, alguna brocha al otro: negro. Cuidosamente enmarcados el soporte y los medios se convierten en obra. Son el preámbulo de una pared que expone dibujos de humor. Esta manifestación ha distinguido la obra de Ares: marcada por la síntesis, el carácter polisémico que en ocasiones llega a convertirse en oxímoron.

La ausencia de color está concebida para evitar distracciones y favorecer que el espectador se concentre en la significación. El ser humano es el protagonista y justo en él radica la clave para desentrañar el sentido de las situaciones que se le presentan. En ejercicio aprehendido de la psiquiatría, como el propio autor ha reconocido, se nutre de esa realidad –suya y de otros- y la devuelve a través del predominio de la línea. Nos reconocemos en esos seres y acaso asoma la sonrisa de descubrirnos en estas imágenes/ideas que refieren tópicos acuciantes de la contemporaneidad: las migraciones, la comunicación, la libertad de expresión, las relaciones de poder, las nociones relativas de la verdad…

Habana a todo color

Sin pretenderlo La Habana deviene en esta muestra sinónimo de color, de sonido, de patria… Ares es un ser urbano. Cartografía los espacios definitorios de su existencia -los alrededores de la que ha sido desde siempre su casa y el Vedado- en sus autorretratos. Nos muestra diversas vistas de la ciudad desde su centro: La Habana caricaturizada y convertida en cartel; la vista panorámica de un amanecer desde su azotea, contrapicada desde la estrechez de sus calles, los detalles de las fachadas a veces maltrechas y casi siempre sonoras, el malecón ¿cómo límite?

Repara en los detalles de la ciudad. Se detiene en las aldabas, esos elementos capaces de desafiar y desdecir el impacto del tiempo, contrastante con la porosidad de la puerta, pueden recuperar su brillo, su función, pueden recontextualizarse. Por eso en los lienzos parecen anunciar el amanecer, el camino, la travesía marítima. En los fragmentos de puerta -que también de La Habana- son entonces un aviso a la fe, a la conciencia de un hombre que se piensa aquí y ahora.

Odette Bello.

Gervasio, febrero de 2020

OBRAS

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