INAUGURACIÓN

Arrate y el encanto del equilibrio

En la vida todo tiene un encanto, el que nos permite convertirnos en fervientes admiradores, cultores o esclavos por preferencia de alguna cosa. El arte no está exento de esto, por el contrario, es por excelencia un recurso encantador mágico el que nos convence y conmueve hasta lo más profundo del espíritu. La obra de Pedro Arrate es un perfecto ejemplo. Cuando la abordamos quedamos rendidos ante ella. Asimismo, devela de inmediato un mundo en el que todas las formas se encuentran en su justo lugar. En estado de reposo, nos da la sensación de no existir nada de más ni nada de menos en el universo, solo lo exacto. Los trazos libres y espontáneos no son su fuerte. Es una obra guiada por la razón responsable del balance y la mesura. Igualmente, provoca inquietantes sensaciones, como si estuviéramos delante del cuadro con el más excitante color. La concreción es tal que lo convierte en el maestro del equilibrio y las líneas, las que en su convergencia producen formas inevitablemente racionales y perfectas, pero a la vez cotidianas. Nos encontramos con sillas, paraguas, palomares, maquinarias, estructuras, hamacas, hasta una diaria y habitual cola, de ahí el carácter intimista de su obra, la que no se separa de la realidad. Continúa siendo fuerte, preciosista, sin perder el rastro abstracto a partir de la solución geométrica escogida.

El pensamiento y desempeño visceral de Arrate le permite ir al extremo de la síntesis, posibilitándole, a la vez, ser el pintor y el diseñador gráfico, eje fundamental para el resultado final. Se mueve con destreza de un formato a otro sin perder la esencia analítica donde se reconoce fundamentalmente. Se afirma que la pintura de Arrate cambia la visualidad de la plástica del momento. Con él, la modernidad irrumpe, abre las puertas a la nueva figuración, reproducida a partir del uso no convencional de herramientas y técnicas. Arrate logra resultados magistrales y una estética personal en ambas especialidades. Sumemos a esto la riqueza temática proporcionada por los nuevos tiempos: la Revolución aportó dinámica y renovación. La década de los 60 fue un laboratorio para la creación y exigió la definición conceptual de los artistas del periodo, lo que se hace evidente también en su trabajo.

El roce con los grandes artistas del mundo en museos y galerías europeas y la convergencia con los mejores del país en exposiciones y salones, lo hicieron medirse y crecerse como creador, ubicándose entre los más reconocidos del periodo. Participó en exposiciones personales y colectivas, eventos, bienales, salones en Cuba y el extranjero con sus pinturas y carteles. No podemos obviar el magisterio que ejerce desde su obra. Aún enseña. Continúa a la altura de los aires de la modernidad y su vigencia permanece intacta. Obras como Bola de Nieve o El Pupitre Rústico serán siempre almas renovadoras dentro de una exposición, idea confirmada por el Dr. José Antonio Portuondo en su libro Estética y Revolución cuando expresa: “Sabe que un buen cartel tiene mucho que enseñarle al cuadro más pretencioso”… Arrate pone todo su empeño para que el resultado artístico de un cartel o de un cuadro tengan el mismo peso, idea que trabaja con sagacidad; muestra de ello es la exposición que inauguramos hoy, donde aparecen pinturas y carteles en un diálogo intenso, seduciéndonos con su agudeza para visualizar formas, para sintetizar ideas, para hacernos llegar mensajes, incluso para transportarnos y hacernos soñar.

Grettel Arrate Hechavarría

Pintora

EN LA GALERÍA

CATÁLOGO A DOMICILIO