








Sinfonía de presión
René Valdés Cedeño
Baja y tapa la olla! Yuri Seoane y la Sinfonía de Presión
Por. MSC. Maciel Reyes Aguilera. Especialista de la Fundación Caguayo.
En los supuestos entresijos del arte contemporáneo encontramos, entre otros análisis, la posibilidad de refugiarnos o escapar a nuestra realidad inmediata. Ese no es el caso de “Sinfonía de presión”, una exposición pensada desde la cotidianidad de la familia en Cuba. La muestra tiene como génesis el videoarte del mismo nombre con el cual el Yuri Seoane ganó el Gran Premio del Salón de Arte Contemporáneo René Valdés Cedeño, 2022.
En la obra premiada el conjunto de palabras en las voces de gente común, unidas a los utensilios domésticos suenan acordes a la vez, una maravillosa sinfonía del sitio que habitamos. El artista recurre al temperamento psicológico y al ritmo acelerado del hombre de a pie, pero no cualquiera. Su mirada se enfoca en aquel que decide resistir lidiando con el agua a su alrededor, el calor que marchita y hostiga y, sobretodo, la intensa presión de la vida que te aplasta. Aparece entonces el contraste de los recipientes modernos con los antiguos, la mutilación, la suciedad y el cocinar algo incierto. Las cargas del ser humano, su santo y seña son temas bien citados en el trabajo de Seoane.
Las válvulas se multiplican una y otra vez en azarosos fotogramas como fuente de escape a los dilemas planteados por las voces en off, rumores que se escuchan en cualquier esquina como cantos de ultratumba. La puesta en escena audiovisual se destaca por sus valores de realización tanto formal como conceptual. Recrea el trabajo bajo mandato, del calor o la electricidad, de las “reinas” y “multipropósitos”, afanosas ollas a presión en la cocina cubana. Se convierten en leit motiv discursivo que nos trasladan al ámbito hogareño y a la pluralidad económica, religiosa, política y cultural de las familias cubanas. Entonces, ¿responden ante el fuego insaciable de las problemáticas del espacio doméstico?
El lamento, la risa jocosa, la orden y hasta la súplica del objeto que ablanda la comida se torna música de vida. Yuri propone un videoarte que explora los recursos y medios propios de la imagen trivial frente al espectador escéptico, rescata su valor en el campo artístico y revitaliza la temática en la escena nacional. Privilegia la significación que puede llegar a tener la dimensión económica o política en nuestra sociedad. Pero deja claro que en la esencia del ser cubano está la resistencia ante cualquier presión externa. Ayuda, además, a concientizar que uno es parte de una comunidad específica y nuestro compromiso es con la realidad diaria. El discurso se torna tentador y hasta retador en diferentes momentos del evento pensado como una instalación de arte total en el cual el espacio expositivo se convierte en el interior de una olla a presión.
El público fue guiado a través de un performance protagonizado por el artista quien llevó como símbolo y corona una de sus obras en la cabeza, interactuando a ratos con los espectadores absortos por lo allí ocurrido. Montada en su pedestal de adjetivos cada pieza vuelve a la lección duchampiana del rescate de valores estéticos y artísticos en los objetos triviales y su re-significación en el espacio-galería. Existe cierta magia en la música incidental que resalta el estado máximo de cocción. Al mismo tiempo envuelve la gran sala expositiva. Dos paredes iluminadas visten fotografías de familias de El Cobre, poblado insigne y terruño del creador. Hay en ellas una carga antropológica irreversible.
Una aureola parece morar encima del centro de la imagen donde se encuentra la protagonista de Sinfonía de Presión. Los rostros, algunos lánguidos otros afables, abrigan el utensilio que cuece el sustento del hogar. Se puede escribir la historia de las personas a partir del consumo, de los objetos que portan, de la comida que ingieren y hasta de lo que echan a la basura porque lo importante no es el objeto en sí mismo sino su intrínseca vida social. Se hace inevitable recordar un pensamiento del crítico Rufo Caballero cuando aseveró que “vivir en una isla como Cuba no es un accidente superfluo, se las trae” de ahí que tengamos terreno fértil y otra enjundia para el arte.