Villalobo: Universal y trascendente en la XIV Bienal de La Habana
Por MsC. Teresa Toranzo Castillo
27 de mayo de 2024
Nelson Villalobos está participando en la XIV Bienal de La Habana. Algunos piensan que se ha ido, pero para nada es cierto. Él sigue aquí, cubano las 24 horas del día, saliendo a veces por un corto periodo de tiempo, regresando siempre.
Previo a escribir estos apuntes, reviso sus catálogos en algunas bibliotecas especializadas de La Habana, donde desafortunadamente, poco existe de su casi incalculable tesauro. Encuentro que una de sus últimas exposiciones personales sucedió en 1990, en la Galería de Ciego de Ávila, que tituló: Sin Remordimientos Numero 2. La muestra tuvo un original catálogo, cuya presentación nos entera de las etapas de formación del artista, cuando cursó estudios en la Escuela Provincial de Arte de Santa Clara, para seguir en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y cuando ingresa en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde, en 1984 se gradúa en la especialidad de pintura.
De inmediato, apenas sin pausas y paralelo a una acelerada experimentación en el dibujo, la pintura, la escultura y otras manifestaciones, asume su faena pedagógica con pasión. Regresa a las aulas del ISA y de la ENA y, además, se integra al claustro de la Escuela Elemental de Arte de La Habana, ubicada en 23 y C, en El Vedado.
Una tarde llegué a su casa, en la calle Apodaca del municipio Habana Vieja[1]. Allí lo encontré, junto a su inseparable y encantadora esposa, Eva Leal. Él me explicó cómo sucedieron las cosas posteriores a su graduación. Su mejor equipaje eran sus necesidades frente a la creación, junto a su sentido de pertenencia con el arte y la cultura de su país y del mundo. Con aquellos preceptos, se esforzó por recorrer todos los riesgos y senderos de su tiempo, esos que deberán ser contados en un largo relato, porque él, con su eterna vida junto a Eva, a sus hijos Daisy y Pablo, constituyen un “Estado solo para creadores” que te involucra con su magia. Me detengo en una poesía que lo autodefine, que encontré en un catálogo de hace muchos años:
“Pinto con amor, arrebatamiento, energía, lucidez variable y no consciente. Pienso que en todos mis trabajos hay sufrimiento, sombra y dolor; ironía que trasmigra sombra de ojos abiertos y de situaciones ambiguas. Pero hay también, profundos espacios poblados de colores.
Hay construcciones de transparencias.
Hay dobles sueños de amores desnudos.
Hay alegría en la risa.
Hay soledad en el gesto.
Hay canto al día y a la noche, al equilibrio,
A la voz conocida
Y al misterioso ser[2]”
Así, como accidentes, son las instalaciones presentes en la Exposición Caminos que no conducen a Roma, desplegada en la segunda planta del Centro de Arte Contemporáneo “Wifredo Lam”. Estas piezas han llegado al edificio donde se han generado una parte notable de las Bienales de La Habana; desde los tiempos en que eran conducidas por la incansable intelectual, Llilian Llanes Godoy. Pero adelanto que es el preámbulo de una muestra antológica del artista, prevista para mayo del 2022, bajo la responsabilidad de experimentado curador y poeta Nelson Herrera Ysla.
Hacemos un repaso por la abundante producción de Nelson Villalobos Ferrer[3], que sin temor entiendo tan amplia y palpable, que solamente, en nuestro contexto nacional, me parece comparable con la de Wifredo Lam, Alfredo Sosabravo, Manuel Mendive, René Portocarrero, Servando Cabrera Moreno y unos otros pocos nombres más. Villalobos explica y habla de sus obras por miles …, de sus muchas técnicas, del aporte de los materiales, del dominio del oficio, de las ideas y de los conceptos de los que se nutre hace más de cuatro décadas, con toda naturalidad. Conversando con él y a ratos con Eva, también regresamos a Antonia Eiriz, a los hermanos Vidal, a Umberto Peña, a Julio Girona, a Guido Llinás, a Aldo Menéndez y todos esos grandes que están allí, que se sienten, como él me repite.
Meditó para edificar su Exposición del Lam. Indagó los significados de Saeta, hurgó en el diccionario de los signos y corroboró ideas preconcebidas. El concepto curatorial se resume en una gran instalación, continuidad de otras anteriores, donde cerca del noventa y nueve por ciento del material lo constituyen trozos de madera, “¡pedazos de cosas!”, que ya traen su historia y a las que él les atribuye un nuevo significado. A partir de ese pasado viene la “resemantización,” que lo responsabiliza con la continuidad de esa historia, lo cual nos pone frente a un símbolo que replica la leyenda del ser humano. Es un proceso semiótico, una manera de decir, a través de sugerencias iconográficas. Lo explica así[4]:
“Ahí existe un proceso que une el espíritu de la obra y me interesa que el espectador al ver el objeto sienta algo. Lo que hace el creador es, a partir de la imagen, que es como un caos, codificar ese caos, de manera que configura una obra con un significado añadido[5]”.
En su concepto, le corresponde al receptor desmontar el objeto y atribuirle sus propias interpretaciones, implicando una relación física y conceptual al mismo tiempo. Entre más se acerca el espectador a la obra, entre más profunda sea la identificación con el hecho artístico, más universal será.
Desde hace varios años, Villalobos trabaja con símbolos de todas las culturas, así están en sus mensajes los ecos de la civilización maya, de los incas, de los australianos, unido todo con lo africano y un universo de experiencias interminables que articulan su interés por lo primitivo. Cuando hurgamos el pasado, los umbrales del arte, confirmamos que el hombre está hecho a la medida de muchas líneas, que es como la simplicidad del azul, apoyada a ambos lados y sostenida por una circunferencia o desde una flecha construida por diminutos fragmentos de madera que, como Darwin, indican el origen y evolución de las especies, siempre hacia arriba, en espiral ascendente, dialéctico. De modo que el discurso de la exposición está sólidamente preconcebido para que aparente primitivo, aunque su vocación es una mezcla post-moderna y filosófica a la vez.
Reflexionando sobre estas instalaciones de Villalobos, me asiste la certeza de que, si con ellas estudiáramos axiomáticas zonas del arte contemporáneo chino, encontraríamos grandes similitudes entre unas y otras. De la misma manera que Villalobos piensa en los orígenes del hombre, en sus paradigmas culturales, los chinos hacen apropiaciones de la caligrafía y del arte tradicional de su país, resignificando el objeto, que simplemente se percibe a través de unas pocas líneas, que traen por fundamento la escritura en caracteres y abundantes contenidos.
Igualmente, la línea, el punto y la mancha trascienden como conexos a sus formas. Esa es la idea que hilvana el discurso de esta exposición en la XIV Bienal de La Habana, donde todo nace del pensamiento, el que se grafica en pequeñas representaciones que pueden ser los pixeles, las manchas, el puno, igual que la semilla que germina, dando vida al espíritu de lo conceptual, con su correlato en la escritura, las letras, las líneas curvas o rectas como trasmisores de mensajes. Ese lenguaje sintético parte de Da Vinci, con su convicción de que el arte es solo un vehículo que expresa lo deseado, que es la relación entre lo que se siente y lo que se percibe y que, al final, es equivalente a la comunicación esencial y vivificante entre artista-obra-espectador.
Villalobos se sostiene consecuente al grupo “RUPTURA”, lo cual será explicado en otros escritos. Sus manifiestos, ampliamente cumplidos en el recorrido por su obra toda y en esta muestra, explican que él sigue siendo ese niño que lleva dentro, sin empañar la dimensión que asume en el contexto del arte cubano e internacional. Su poética, expresada en títulos como La caracola que abraza el fuego; en La luna arde sobre el mar o en sus enormes murales, equiparables con retablos antiguos, al establecer el diálogo entre infinidad de personajes, acciones, escenas, ocurre la expresión pintada de sus convicciones, cuando suscribe que el cotidiano andar en su complejidad, es reflejado en la teoría de la vida y que al final le parece tan simple como la fiesta y el juego.
Ya casi al terminar este encuentro de sorpresas y encantos, me cuenta Villalobos que su primera pasión fue la pintura, que trabajó con la primicia de la libertad de acción, pero buscando el rigor y la solidez. Gusta auto superarse, como lo demostró después de su graduación en 1984 con la obra Cera, para transitar hacia lo fragmentario, en su camino hacia la totalidad; desprejuiciado de convencionalismos e intencionalidades.
Otra tesis interesante es que, más allá del asunto, entre sus laberintos acomoda el círculo dentro del círculo, dejando que predomine lo eventual durante su estado creativo[6]. Villalobos re-afirma que en las pictografías de los antepasados cubanos ya aparecen esos recursos expresivos. Pero las imágenes por sí solas no informan, lo cual avala su teoría de la resemantización, donde corresponde al artista atribuirle nuevos significados a los objetos o soportes, que son mágicamente intervenidos por sus manos.
Finalmente, Villalobos me confiesa que, en su micro mundo, habitando la planta alta del Centro de Arte Contemporáneo “Wifredo Lam”, se mezclan alegría y consternación, al pensar que caminamos por senderos que, de forma particular, conducen a Antonia Eiriz. Ella está allí, en toda la población fragmentaria de uno de sus mejores discípulos y amigos. Y con razón así sucede, porque Villalobos formó parte del grupo de jóvenes artistas, ya formados, pero imparables e inquietos, que hoy se reconocen como los responsables intelectuales y materiales del regreso de Antonia a los circuitos de exhibición y legitimación del arte, en 1991, cuando en Galería de Galiano se presentó la exposición Reencuentro. Pero también en el Lam está Lezama, quien afianza la idea sobre los espejos con sus reflejos y los encadenamientos de sus influjos. ¿Y qué decir de Lam, representado en la planta baja por aquella escultura de 1981, que tanto le gustó?
El mundo de Villalobos en la Bienal habanera viene de sus estudios de todos los días, en su sana persistencia como lector de poesía, de filosofía, de historia, de todo lo que revalida y amplía su saber infinito, su fe en la convivencia de lo mágico y lo real al mismo tiempo. Por eso es prodigioso el contenido lúdico y transversal de sus pinturas. La Exposicion del Lam es el sumario de una vida metódica, de años de bocetos, de noches de ensueños de alguien que se considera siempre aprendiz, estudiante, pero que sabemos un sabio que, al tiempo que es amigo de sus amigos, que atiende las dinámicas del arte de su entorno, está entre los más productivos de nuestra historia, entre los que conservan estanterías de libros de ensueños, compartida con sus diarios, donde escribe y describe con dibujos, signos y apuntes el final de cada jornada.
“Aquí aparecerá tu visita en el día de hoy”, así me dijo resueltamente, cuando me mostró una de las libretas. Dentro de unos años, tu estarás en mis testimonios, en mis reportes de cada viaje, que también me nutren de saberes, de sueños[7]”
Zaeta sigue hacia la exposición antológica del próximo año. Mientras tanto, el artista me habla de su pasión por José Martí y su Diario de Campaña; el relato donde se detalla la impronta del cubano, tal como él pensó su propuesta en esta nueva edición de la Bienal de La Habana. Villalobos: honesto, contagioso, soñador, empático, es a la vez una irreverente personalidad, un cuestionador de paradigmas, de la saturación del hecho y del sujeto. Es un amante de su cultura, entendido de su papel en esta batalla por hacer conciencia de que el ser humano puede construir y transformar su medio. Villalobos es un pensador que trascendió y, lastimosamente, hasta hace apenas un decenio, durante un intermedio particularmente significativo, sin que nos diéramos cuenta, sobrepasó la mirada de unos cuantos curadores y críticos de arte cubanos, entre quienes me suscribo
[1] Conversación informal de Teresa Toranzo Castillo con Nelson Villalobo. Lunes 22 de noviembre del 2021, 4pm. (Ideas de este encuentro serán reiteradamente referenciadas en este reporte).
[2] Villalobo. Marzo 1990. “El espacio me engendra” en: Exposición. Villalobo. Maneras sin remordimientos. Galería Ponzano No. 16, Zaragoza España, 1989 y en. Galería de Ciego de Ávila. Cuba. (Catálogo), 1990.
[3] En algunos textos y referencia aparece como Villalobo.
[4] Conversación informal de Teresa Toranzo Castillo con Nelson Villalobos. Lunes 22 de noviembre del 2021, 4pm.
[5] Conversación informal de Teresa Toranzo Castillo con Nelson Villalobos. Op. Cit.
[6] Como lo veremos en sus versiones de El Jardín de Mamá.
[7] Conversación de Nelson Villalobos con Teresa Toranzo, el lunes 22 de noviembre del 2021, 4pm.
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