Hace treinta y cinco años, un grupo de artistas e intelectuales inconformes con los cánones establecidos decidimos, a nuestra cuenta y riesgo, ahondar en las profundas raíces que nos conforman y que habían sido motivo de omisión o discriminación, como si se tratara de la parte negativa de un país y de una cultura. Lo hicimos convencidos de que en la búsqueda de esa enmarañada y oculta historia, estaban latentes las huellas de la simbiosis que nos da fisonomía, en todos los aspectos y caminos de este largo andar.
Desenterrar imágenes guardadas en los genes, que afloraban cada uno de forma diferente, pero cuya lectura en ese largo discurso coincidía en lo tangible; en cada cual estaban los rasgos, Ia fisonomía, eI eco de Ias piedras, Ias partículas de tierra traída en Ias uñas, el grito desmesurado…
Cansados de ser silenciados por más de cinco siglos de falacias, rompiendo el silencio, echamos a andar de manos; tratamos de hacer un nudo, conscientes de que si no toda Ia verdad, una gran parte de ella estaba de nuestro lado. Sólo faltaba unir Ias voluntades, voces, conciencias, conceptos; clarificar y recuperar; que continuara lo que hombres como el sabio don Fernando Ortiz habían hecho: abrir una puerta ya imposible de cerrar. Era nuestro compromiso y afán poner esa luz en función de alimentar el fuego de la hoguera de los hombres justos, quienes durante siglos trataron de depurar las auténticas huellas de nuestra nacionalidad e identidad.
Trato de encontrar los caminos perdidos de la memoria y, cuando creí que estaban borradas, las vivencias afloran de golpe en imágenes y hechos que quedaron fijados para siempre en este difícil, pero maravilloso tiempo que nos ha tocado vivir. Treinta y cinco años de reveladoras contradicciones que tuvimos el privilegio, como pocos, de sufrir y disfrutar.
Importante fue haber logrado agrupar la diversidad de disciplinas para que, como un nudo apretado, conformaran la idea real de lo queríamos o necesitábamos, un grupo interdisciplinario, apoyado sobre las sólidas columnas del conocimiento y el saber: en la plástica, historia, etnografía, antropología, danza, música, literatura, y otras.
Cuando decapitemos el tiempo en una gota de agua, traslúcida y real, veremos cuán cerca estamos, cuán profundamente el injerto, la conjunción, el apareamiento, ha dado frutos innegables de nacionalidad. Ahí está nuestra fuerza, nuestra riqueza, nuestra única verdad: CUBANOS.