La exposición tiene dos singularidades importantes, la primera es utilizar elementos de la tradición católica para establecer un lenguaje que sea decodificado por el público en un interesante ejercicio de descubrir y disfrutar la fuerza de la metáfora, de interpretar el texto artístico en la dirección aproximada a la que pretende el artista; la segunda es que sin ser obras eminentemente religiosas, sí hablan de una espiritualidad que roza con ese pensamiento, solo que el ejercicio se realiza desde la perspectiva personal y no siguiendo al pie de la letra las tradiciones iconográficas, de esta forma se logra un producto que aunque las modifica, lo hace de forma respetuosa y original, contando que la fuerza de algunos símbolos apoye el discurso del artista, en beneficio de la protección del ser humano y su casa común.