La búsqueda perenne del sentido de la vida, desde posturas que denoten amor, preocupación y entrega por la obra común, es quizás la escencia que hace transcender al género humano para sí y en relación con los demás seres vivientes. Adoptar esta máxima como eje transversal de la existencia es, por tanto, garantía de ganancia y madurez espiritual, y puede ser perfectamente el abono para cosechar una realización exitosa del talento individual, puesto también en función del progreso y el crecimiento colectivo.
En esta senda de búsquedas podemos encontrar la huella indeleble del ser y el hacer de Nelson Domínguez Cedeño. Huellas afirmadas por la coherencia de su obra artística la cual no distingue de su obra vida: “Cada pintor tiene su proyecto de vida, pero su vida es parte de su obra.”
Es en esta certidumbre de luz, que no encontramos límites entre el artista y el hombre, ambos seres forman un todo que se renueva y se enriquece con cada motivación, duda o reflexión; es la misma luz la que permea sus actos más cotidianos o aquellos que sublima en su mente de hacedor de arte.
Arraigo, sensibilidad, sacrificio, fundamento, cubanía,… son cualidades que empapan las obras del artista. Están ahí, tan palpables como los materiales empleados, la maestría o la experimentación desplegadas. Dan fe del orgullo por el origen rural, con tanta vehemencia que desatan sensorialmente el hálito fértil y criollo de nuestra naturaleza: se escucha el aleteo del hombre-zunzún, el roce de las alas de los ángeles sexuados; palpita el universo con la cópula amorosa de los amantes, con el abrazo púrpura madre-hijo, hombre-chivo, guajiro-gallo; hay sosiego, zarandeo, fuerza, ascenso, vida,… Y en medio de la plenitud poética y creadora, percibimos el espíritu aventurero del quijote o el grito de Cuba, elevándose libre y enérgico por el frontis martiano.
Una ruta invisible se dibuja también en esta senda de búsquedas, el mapa vivencial del hombre-artista que late en Baire, Santiago, La Habana, Cienfuegos, Morón, Camagüey,…, que se expande al plano universal sobre todo por su magnífica autenticidad; y se orienta, protegido, por la brújula incorpórea humanista del Maestro: “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy…”
Este valioso obsequio de Nelson Domínguez a Camagüey, que es también su Camagüey, llega a nuestra tierra en octubre, un mes de dichas cubanas. Porta a la vez la felicidad por los nacimientos y el gusto amable de la amistad. Esa que hermana personas sencillamente, las acerca no obstante las distancias geográficas y las hace cómplices de las más bellas causas.
Ms.C Daimí Ruiz Varela
Gestora de proyectos culturales. Fundación Caguayo