Sólo lo difícil es estimulante; sólo la resistencia que nos reta es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento, pero en realidad ¿qué es lo difícil?, ¿lo sumergido, tan solo, en las maternales aguas de lo oscuro?, ¿lo originario sin causalidad, antítesis o logos? Es la forma en devenir en que un paisaje va hacia un sentido, una interpretación o una sencilla hermenéutica, para ir después hacia una reconstrucción, que es en definitiva lo que marca su eficacia o desuso, su fuerza ordenancista o su apagado eco, que es su visión histórica (…).
—José Lezama Lima
Cada cierto tiempo, o al menos en mi caso es así, el ser humano descubre nuevas verdades que antes le eran totalmente ajenas. Conocer a Lobaina redundó en una de ellas para mí. Conocerlo por su nombre o por su obra no, porque cada vez más se achica el pañuelo donde decimos que hacemos una vida, y para fortuna o no del universo artístico cubano, aquí todos conocemos a todos.
Hablamos de conocer a una persona cuando descubrimos, consciente o inconscientemente, sus posicionamientos existenciales o sus opiniones más cercanas a su verdad individual, esa que todos llevamos oculta pero suficientemente a la vista para aquel que quiera verlas, por paradójico que esto pueda parecer.
Unos minutos en su estudio, el tema de conversación principal (pues de ella derivaron los más disímiles) esta exposición, la vista: sus grabados tendidos refrescando el paso de los años en un cúmulo de obras, matrices, un cigarro, amigos que llegan e interrumpen, una ventana clausurada que se abre y dejar entrar suficiente luz y aire para que se pueda respirar con aparente comodidad…quién pudiera afirmar que en estas condiciones se puede conocer a alguien? Yo lo digo.
A cinco años de graduada ya estoy habituada al reconocimiento de hábiles ilusionistas en el ejercicio de perpetuarse a costa de la inexperiencia, y aún desconfiados de la juventud, se dejan seducir por la oportunidad de mostrarse con desdeñosa exclusividad ante la lozanía de los nuevos curadores. Sobra decir que este no fue el caso.
Fue un artista disidente, pocos lo saben, ahora yo lo comprendo, no por una contestación violenta y agresiva sino por insolencia juvenil, que estigmatizado, como lo fueron muchos, en una época donde no formar parte del ¨rebaño¨ adoctrinado que contenía el prototipo perfecto, fue considerado censurable y excluible pues escapaba del ideal del hombre nuevo que se pretendía formar.
Miguel Ángel Lobaina, ajeno a la legitimidad que brinda la aceptación tolerante o los pedestales de la popularidad, consigue su propia redención escapando de los dictados hegemónicos que alguna vez lo sumergieron en las aguas del olvido. Él es todo, su arte y su persona, no la castración freudiana sino la suma de sus partes, y así se deja ver.
En los esquemas anoréxicos del arte contemporáneo donde el narcisismo, la usurpación descarada de imágenes y el canibalismo intelectualoide, ganan peso en la balanza donde se suspende o sobrevive, exiguo, un arte al que pudiera llamársele inteligente y potencialmente racional, los grabados que este artista realiza, trascienden episodios domésticos y lecturas lineales.
Ante el reto de afrontar una descarga de información, que desembocaría en esta exposición, la enunciación de pasajes de su vida, experiencias y posicionamientos, hallamos la inventiva de un hombre que con una densidad poco usual formula con sagacidad construcciones simbólicas de alto valor para quien intenta acercarse a su obra profundamente.
Pródigo de referentes que trascienden el régimen discursivo de la belleza según los cánones antiguos, modernos y los que transitamos, la obra de Lobaina que hoy mostramos, subvierte el orden esquemático donde a concepto pertenece la idea así como a la forma, la belleza; pues para comprenderlo es necesario escapar de las pulsiones del pensamiento asociativo, emancipando el ejercicio del gusto y a la vez divorciándolo de los socorridos clímax dramatúrgicos o phatos vivenciales de los axiomas. Sus piezas serían vistas entonces mejor como sublimación poética de urgencias ontológicas de toda índole que no le son ajenas.
En el ejercicio del grabado, donde como expresión artística es tan difícil encontrar quienes escapen de la vulgaridad de la repetición, o de la parodia que por tantas veces multiplicada se convierte en copia, las piezas de la serie Retablo de Inútiles, pasan a formar parte del universo de la obra de arte original, per se, pues aunque justificamos la reproducción de estas piezas como parte de esta manifestación, la desilusión de descubrir en una esquina que es la copia número X de tantas, no pasa fácilmente, quizás esta sea una de las razones por las que muchos opinan que en el arte del grabado, no es el grabado lo que es arte, sino la matriz de la que se graba. Sus piezas escapan de la eficiencia de la reproductibilidad, pues sería casi imposible imitar a la perfección una obra en la que se utilizan tantas mañas como lo permita la expresión. Así, su ¨técnica combinada¨, como de boca del propio artista escuchamos, se convierte en arma de doble filo cuando de copia se trata.
Los resortes socio-semióticos en su ya conocida narrativa visual, aún cuando el artista comulga con los planteamientos (a)literales, debería ser el detonante para desarrollar destrezas que poco a poco se han ido perdiendo ante el impetuoso cauce de la muchedumbre artística que crucifica categóricamente aquel arte cubano que no pueda convertirse o esgrimirse de inmediato como arma, y que aún así, hace subir la colina del calvario a todo aquel que ¨diga, diciendo y no callando¨.
No son llamados de atención fáciles de desentrañar. Lo que de retorcimientos y esquizofrenias pudiera conocerse, aquí son más que síntoma, símbolo de una preocupación desmedida por una realidad que lejos de brindar certezas, enajena hasta lo paranoide.
El egocentrismo que sustituye la indigencia simbólica y visual del ser humano bajo su manto gris de autocomplacencia, de su búsqueda constante de lugares donde su ¨yo¨ descanse al fin en las aguas turbias del Estigio, es reemplazado en la obra de este creador por una lúdica ironía en la cual podemos reconocernos envueltos todos, más no representados.
El demagogo, el asesino, el delincuente, el mentiroso, la huída, el escape de uno mismo hacia ninguna parte, los minúsculos espacios de poder que cada cual usa en detrimento de su igual, el oportunismo, un lugar común donde encontrar refugio, catarsis inacabable, la muerte después de la muerte, es acaso muerte? Los ascensos y descensos en el infinito juego de roles de poder, el nadar entre dos aguas, el oportunista, el doble cara, males que agobian al mundo o un mundo mejor es posible, en manos de quién? o de qué manera?…Y qué es todo esto?, solamente coordenadas de lo que puede formar parte de un Retablo de inútiles, verdades caídas de pedestales levantados hace mucho tiempo, la pérdida de los valores morales, la conciencia colectiva hecha añicos por una ética vacía o inexistente.
No es redundante revisitar estos lugares, cada vez que se haga debe hacerse de una manera más original, hasta que por fuerza sean desterrados malos hábitos que hemos aprendido a ignorar o tomar como normales, en una era donde retirarse es la mejor opción, pues nadie nos acompaña en la soledad de la lucha. Así, sus personajes, que pudiéramos asociar a ranas, acompañados de la significación que como animal acostumbramos a darles, sujetos alados que no llegan a volar, rostros inexplicables expectantes ante una tribuna imprecisa, cuchillos, oscuridades, el beso de una mujer que bien pudiera ser araña, Superman y otras historietas, penden de finísimos hilos visuales e interpretativos en esta serie, una de tantas que reafirman el Premio Nacional de Grabado que le fue otorgado.
Sirva, después de todo texto, el ejercicio ingrato de la curaduría y la exposición, como merecido homenaje a ese y esos artistas, que por acostumbrados a verlos, pasan inadvertidos su valía y capacidad por tanto tiempo, y permanecen callados allí, en sus sitios habituales, viendo el pasar de los años tras tórculos, embarrados siempre de tintas, buscando nuevas superficies que imprimir, nuevos recursos que utilizar, nuevas formas de hacer y mirar lo hecho.
Al profesor Lobaina, como muchos siempre lo verán, pues tanto talento no puede redundar sino en maestría, nuestras gracias y deseos de que más trabajos vengan, aunque para construir Retablos de Inútiles para verdades caídas sea.
Gabriela María Cabrera Fernández
Curadora y crítica de arte